“Uno siente que esos 'mi Dios le pague' son tan sinceros que me conmueve”. Yessid Álvarez.
Medellín somos todos, es imposible tapar con un dedo aquellas realidades que se viven cada día, aunque usted lo ignore en este momento mientras lee estas líneas, hay personas que están en una reducida habitación acompañados de seis personas más, otras debajo de un puente durmiendo y quizá otras más caminando por toda la ciudad rebuscando para poder sobrevivir a este día.
Las que personas deben reconocerse como un Personaje Único son aquellas que, aparte de tener pasión por lo que hacen, son personas que intentan crear un mundo mejor. Yessid Álvarez es una de las pocas personas que dejó de mirar solo el problema y empezó a aportar a la solución. Él es el líder del colectivo Chocolate Pa’l el Compa de la Calle, una idea que surge hace aproximadamente tres años y que se dedica a llevarles un bocado a los habitantes de la calle de la ciudad de Medellín.

Son las 2:00 de la tarde. El punto de encuentro es la estación Alpujarra del Metro de Medellín donde todos aquellos que quieren hacer parte de la “Vigésima sexta salida ‘chocolate pa'l compa de la calle”, como titula en el evento de Facebook, se encuentran para ir hacía Niquitao, lugar por donde atraviesa uno de los puentes más importantes de la ciudad que conecta con el centro de Medellín y donde se regalará arroz con leche con la colaboración de las 27 personas que asisten esta vez.
La entrevista con Yessid no fue sentados tomando un chocolate caliente en un bonito bar, fue en la calle, en Niquitao, luego que el arroz con leche estuviera listo y Yessid pudiera estar tranquilo de que su tarea estaba casi terminada.
Comienza nuestro dialogo un poco pensativo, y luego de contar sobre el comienzo de este colectivo cuestiona “¿Cuál es el objetivo que tienen los estudiantes en una sociedad, cuál es su papel fundamental en una transformación?”, con esas dos preguntas resumió porqué comenzó este colectivo que quiere trascender a fundación, “queremos ser una fundación, andamos en papeleos, conocimos a un individuo de la ciudad, una gran persona que gracias a él se están dando las cosas”.


Aunque la pregunta sobra, la respuesta nunca será la misma.
¿Para qué hacer todo esto?
"Para romper fronteras, para entender los entornos de la calle, para comprender cuál es la situación del habitante de calle. No es que la persona quiera ser, son un montón de dificultades donde está el conflicto armado, tanto rural como urbano; historias, hay todas las que quieran. Hacemos esto para romper fronteras.
Este colectivo no está solo, aparte de contar con el apoyo de miles de personas en la ciudad, también están enlazados con la Alcaldía de Medellín y la Red para el Alma y la Vida.
Yessid me habla de un lugar icónico de Niquitao: del inquilinato. Un lugar donde se congregan indígenas, desplazados, trabajadoras sexuales… 'todo reunido en un lugar, atraviesas una serie de puertas y encuentras de todo, son muchas habitaciones, se paga como cinco o siete mil pesos por noche, son unos cuartos pequeños para núcleos familiares de cinco o siete personas, ¡imagínate!'".
¿Qué se siente hacer esto?
"Parce, yo no soy muy creyente pero cuando uno le entrega a alguien su plato de comida, bien sea arroz con leche, natilla, arroz, lo que sea, le dicen a uno ‘Mi Dios le pague’, uno siente que le dicen eso con tanta sinceridad que me conmueve".
¿Está es la otra Medellín?
"Medellín es un pluralismo: está la gente de El Poblado, Envigado, de las comunas, está esta gente, la de Niquitao. Los recursos están para invertirlos en todos los sectores, eso es cierto, pero que bueno que primero se pudieran resolver los problemas sociales de base y luego ir a la educación y sacar a Colombia de los problemas socioculturales".

¿Qué le falta a esta población?
"Que la gente entienda los contextos, que no es llegar y decirles ‘nos vamos de aquí’, detrás de cada individuo hay una historia y detrás de cada historia hay un distinto problema. Si nosotros entendemos esto sería más fácil llegar, obviamente se necesitan trabajadores sociales, psicólogos, todo lo que usted quiera. Esto es muy atrevido de mi parte, pero nosotros necesitamos políticas reales sobre las drogas en Colombia; la legalización es algo necesario, necesitamos tener un control y hablar de ello. Si esto no se hace va a seguir el micro-tráfico y se va a sostener de esta población, todo es una cadena.
No es tan sencillo responder a esta pregunta, hay que entenderlos y a partir de allí desarrollar soluciones. Mi idea es tener un sitio con las puertas abiertas donde les pueda decir ‘muchachos vamos si quieren y tienen ganas. Es cuestión suya, no es cuestión mía’".

EL INQUILINATO
Subo unas escaleras, me llevan a un cuarto que hace de recepción, un señor robusto y serio se encuentra allí, Yessid le dice que nos lleva a conocer y me deja junto a David quien me acompaña esta vez como fotógrafo, al ver nuestra cara de terror nos dice que tranquilos, que nunca ha pasado nada, pero que procuremos no tomar fotos. Es difícil no temer cuando se está en un lugar nuevo y se rompen los espacios personales de otras personas. Adentro, en unos pasillos largos y en el fondo un patio donde la cocina es a leña, cocinan unos indígenas a quienes no les logro entender su lenguaje, pero ellos sí entienden el mío; otros cuartos también alumbran con sus luces amarillas. De camino a la salida, nos encontramos a un hombre alto, sin camisa y ojos grandes, luego de un breve dialogo curioso me dejó ingresar a su habitación donde solo cabía una mesa para su televisor y su cama, en el momento tenía dos platos de comida: sopa y el llamado ‘seco’. Desde que ingresé a este lugar, sentía que era la otra parte de Medellín y demás un lugar cargado de historias. Este hombre alto es chef, ha trabajado en cruceros, -“he viajado por diferentes países y también sé muchos idiomas”- me dice con una sonrisa. En ese momento me empieza a hablar en inglés donde al instante respondo: “My English is not very good”. y me habla en italiano, mandarín y portugués. Luego de chicanearme sus idiomas y viajes, le pregunto - ¿por qué no vuelve a cocinar?- me responde que ya ha cocinado mucho y que eso, lo que tiene en la mesa lo compró, luego le pregunto por la familia, -¿vive con su familia?- y me cuenta un fragmento de su historial y porqué vive allí, “me separé de mi esposa porque yo era alcohólico, tengo dos hijos pero no los veo mucho, no me gusta que me vean así”, esto me lo dijo con una melancolía que se le hacía notable en el momento de hablar. No quería molestarlo más, le había removido suficiente sus sentimientos, le agradecí el tiempo, me pidió cien pesos para llamar, se los entregué y nos despedimos.

Facebook: Chocolate Pa'l Compa de la Calle