¿Y qué hay tras la prostitución web?

Siéntate, le dijo Alejandro que era el tipo con el que había cruzado antes unas palabras por WhatsApp. Se sentó en un sofá grandísimo de cuero, que estaba acomodado contra el costado derecho de la pared, al fondo estaban una nevera gris gigante y un ventilador que se movía de derecha a izquierda sin hacer ningún tipo de ruido. Al costado izquierdo estaba la estantería que se alzaba como un edificio negro de cuatro pisos y por el cual sobresalían unos enmarañados cables blancos y amarillos que conducían el internet, a su lado y en todo el frente de él se imponía una refinada mesa de vidrio con una gran pantalla en donde se divisaban las grabaciones en tiempo real que hacían las cámaras instaladas en las esquinas de la casa. Alejandro miró la pantalla, minimizó los mosaicos que hacían las cámaras y se dejó ver el sello de Windows 7 en la computadora. Dio un giro en la silla de cuero negro con espaldar reclinable, y le sonrió.
Eran las 4 de la tarde, había llegado media hora antes de lo acordado, ya que le gusta ser puntual. No le llevó mucho tiempo encontrar el edificio, que era un motel en el centro de la ciudad, pues ya de antemano lo había buscado en el Google Maps. Tenía pensado hacer esto desde tiempo atrás, más por curiosidad y morbo que por la necesidad imperante del capitalismo: quería saber qué se sentía mostrar su cuerpo por una cámara web y que además le pagaran por hacer eso.
Vaciló mucho al ver el anuncio que se publicó en una página web que, más que entablar lazos duraderos y mantener conversaciones decentes, se reducía a la necesidad de calmar el deseo ardiente que surgía después de levantarse con una erección que tensa, unas más grandes que otras y a modo de carpas, las sábanas de la cama.
"Vaciló mucho al ver el anuncio que se publicó en una página web que, más que entablar lazos duraderos y mantener conversaciones decentes, se reducía a la necesidad de calmar el deseo".
Era su oportunidad de experimentar, de vivir una experiencia a la que tantos se habían referido ya en varias conversaciones y sin más miramientos, decidió enviar un “hola” para que pensara que por lo menos era una persona cordial. La respuesta no se hizo esperar y fue aún más cordial. El cuadro en la pantalla titiló y los minutos se intercambiaron sus WhatsApp para tener un medio más privado por el cual mantener la conversación.
De ahí, el cuadro titilante pasó a tener nombre y foto: se llamaba Alejandro y según la imagen que tenía se le podrían colocar unos 26 años. Le preguntó por su preferencia sexual y si antes había trabajado como modelo web cam. Ante la negativa, le preguntó qué quería saber sobre el negocio, y él, sin ningún reparo, le preguntó por los horarios que se manejaban, el sueldo y si era necesario hacer una entrevista para la selección como si pensara que el oficio fuera una gran empresa.
Pasaron quince días antes de decidir si quería hacerlo o no. Sopesaba los pros y los contras, pero nada quedaría claro si antes no iba y escuchaba con sus propios oídos la información que el chico virtual le estaba dando. Le dijo que estaba listo, que quería hacer la entrevista y que tenía disponibles los lunes en la tarde, así que se citaron, en un lugar que por los rincones de su mente le parecía reconocer, a las 3:30 de la tarde.
Se respiraba un aire de alegría, a lo lejos, por los corredores que se alcanzaron a ver en uno de los mosaicos de la pantalla, salía una música que producía ánimo al ambiente –electrónica o reggaetón– Alejandro le pidió que se sentara mejor en una de las sillas, éstas ya un tanto incómodas, que estaban al frente de él. Pasó entonces las manos por un cuaderno y anotó algunas cifras que serían su sueldo si hacía bien las cosas.
-Manejarás 7 páginas web- le dijo- pero no te las entregaremos de una, sino que será una por una para que vayas aprendiendo. Algunas páginas pagan un dólar por minuto y otras lo hacen más bajo. Tenemos varias opciones de horarios: van de lunes a sábados en turnos de la mañana (5:30 am – 9:00 am), la tarde (5:00 pm – 10:00 pm) ya la noche (10:00 pm – 6:00 am), te recomendamos que cambies de horarios para que no te quemes y tengas más clientes.
Hizo unas cuantas operaciones de cuánto se ganaría quincenal si hacía la meta de 200 dólares, restándole, claro está, el 60%, y el 50% si lo hecho sobrepasaba los 300 dólares.
¿Alguna otra pregunta? – Inquirió con su vos un poco acentuada, tal vez por las conversaciones con travestis. Movió negativamente la cabeza y acto seguido, Alejandro se levantó de manera ágil y animada de la silla. Le pidió que lo siguiera para mostrarle los cuartos. Recorrieron un corredor bien iluminado adornado por una pecera con unos extravagantes peces (todo allí era extravagante) un gigantesco espejo en el cual se maquillaban para entrar a escena y, al dar la vuelta, se percibió de repente un olor a incienso por todos los rincones de aquél lugar en un intento por mitigar el olor dulzón de la marihuana, la música seguía retumbando en los oídos.
Entraron a uno de los cuartos que estaba vacío, le mostró la computadora, la cámara, la mesa de noche… en fin, todo el lugar, luego le dijo que, al momento de mostrarse en cámara se debía de hacer de manera individual y que nadie podía entrar o estar en el cuarto en tanto la cámara estuviera encendida. Él asintió y se dirigieron de nuevo a la oficina. Había un tipo elegante sentado en donde antes estaba Alejandro, de inmediato lo presentaron y se dio cuenta que aquél chico que le había mostrado las instalaciones no era el que dirigía el estudio. Me preguntó qué tal me sentía y que si quería empezar a trabajar ya con ellos. De inmediato les dijo que sí y Alejandro se puso en píe, le preguntó qué horario quería, y si se sentía preparado para la sesión de fotos.
Claro que estaba preparado, era su expectativa que lo vieran desnudo y que se pudiera trascender a algo más, pero la sesión de fotos fue sencilla: párate aquí, posa para este lado, haz esta cara, ponte pensativo, desabotónate la camisa, bájate un poco el pantalón y muestra los bóxeres, deja ver los tatuajes, y un sinfín de fotos que parecían más para un álbum de fotógrafo profesional que para lo que él esperaba. Luego se vino a dar cuenta que esas fotos permitían jugar con la mente del cliente, si tan sólo las fotos hubieran quedado en un fondo más sexy, menos retocadas y con poses menos fingidas y afanadas.
"Claro que estaba preparado, era su expectativa que lo vieran desnudo y que se pudiera trascender a algo más, pero la sesión de fotos fue sencilla".
Su sensación fue de desconcierto: pensaba que la entrevista sería con una mamada, tal vez una culiada o que lo miraran correrse para que vieran qué tan lejos podría llegar su semen y así impresionar a los que lo estuvieran viendo por la cámara. O que por lo menos, cuando le estuvieron mostrando los cuartos, le dejaran ver un detrás de cámaras de cómo se hacía.
Así se fue, en parte, feliz porque iba a ganar un dinero extra y podría disfrutar de él sin ningún tipo de compromisos: no tenía que firmar ningún contrato, eran sólo 4 horas a la semana y le pagaban en efectivo, cosa que resultaba bastante bien, pues no tendría que hacer el periplo burocrático que exigen todas las empresas.
A su familia mintió, a unos cuantos amigos les contó la verdad y estos, animados por el exotismo que conlleva trabajar en un campo de la prostitución un poco más decente le pedían que les contara todo lo que se hacía cuando se estaba ante una cámara. Les prometió que así lo haría y al siguiente día, a las 4:30 pm, volvió a subir las 102 escaleras hasta el cuarto piso del motel, entró por la puerta, se sentó en el mismo sillón de cuero en el que se había sentado la tarde anterior y ¡Oh sorpresa! Había sentado en la silla reclinable otro tipo, mono, delgado y tatuado – luego se enteraría que había otros jefes inmediatos. Con un poco de pánico y pena, se sentó de nuevo en el sillón de cuero, y Adrián – como luego se presentó-, abrió un documento en su computadora, revisó un manojo de letras ordenadas por casillas, anotó algunas cosas en un papel y luego se lo pasó.
-Estas son tus cuentas, empezaremos con tres que son las más importantes y son las que pagan más (1 dólar por minuto). – Sentenció con una linda sonrisa. Esperaba que todos los que trabajan allí fueran así como él.
Con un vale a media voz, le pidió que se levantara y que fueran al cuarto en donde iba a empezar a trabajar… Estaba nervioso y no lo podía ocultar. La oficina era otro mundo, no se sabía nada de ahí para afuera, lo único que tenía contacto con la parte erótica, eran los utensilios que se usaban para mostrarle al cliente. A su pregunta por ¿Qué es lo que más le gusta al cliente ver? Adrián le respondió: Que te metas el dedo, que te pintes las uñas, que le muestres los zapatos, que te corras en ellos, o que simplemente te comas el semen, o, en su defecto que uses dildo, otros juguetes o fragancias, nosotros los vendemos y te los descontamos luego del sueldo. Asintió pensativo… ¿Qué te pintes las uñas?... ¡Pero qué clase de lugar era ese! No le preocupaba el hecho de meterse un dildo negro de 30 cm, pero que lo hicieran pintar las uñas, sonaba ridículo.
Caminaron por el corredor, vio la pecera con los extravagantes peces y de un momento a otro, la burbuja se rompió: de abajo hacia arriba, divisó a un travesti con tacones del 20, rojos, unas piernas que parecían más de macho que de mujer, unas tetas y unas nalgas que se podrían fácilmente comparar con un colchón de agua y, para terminar, una cabellera – que no sabría identificar si era postiza o real- crespa y anaranjada. Se miraron por unos instantes, no se saludaron, y acto seguido, ésta siguió poniendo maquillaje en su cara.
Una puerta café oscuro se abrió al fondo del pasillo, la música formaba, más que armonía una algarabía que salía de todos los cuartos, se encendió la luz y vio la misma habitación: una caja, con paredes blancas, una cama pequeña con un colchón que al menor contacto rebotaba y además parecía más un sofá que cama - la única opción era estar sentado o arrodillado - un cojín también negro, unas supuestas mesas de noche con lámparas y como único adorno, una cortina mañé roja – luego se enteraría que cada cortina cambia de acuerdo al cuarto y la persona que lo utilice, para las travestis, era rosada.- El calor era insoportable y se aislaba con un ventilador que zumbaba como el motor de un avión, y para que este no se oyera en el audio del cliente, tenía, por ende que colocar la música a un volumen estridente.
Se sentaron en la cama y luego le explicó cómo debía colocar la cámara para que se viera bien. Le enseñó el uso de las páginas y cómo pausar una para que en la otra no vieran lo que estaba haciendo con el cliente, pues desnudarse por completo ante las cámaras era sancionado: la desnudez se pagaba, por minuto, y era un juego de seducción constante en donde se tenía que atraer clientes: no tienes como pagar, no puedes ver nada, ni un roce de la mano por la ropa interior, ni el pene ceñido en la misma.
Adrián se despidió, y cuando se sintió listo, se desnudó. Había preparado unos bóxeres de color rojo con rayas azules. Se había echado crema de manos por todo el cuerpo, preparó el cojín para sentarse y sentirse cómodo, pero… Una mancha blanca, grande e inconfundible apareció, había otras regadas por la cama. Seguro alguien más había estado usando ese cuarto, pensó, y se vino a chorros de la excitación.
Primera corrida.
Un tipo que le coqueteó primero, en inglés, porque las páginas se bloquean para el país de origen, para pedirle que se desnudara y se masturbaran juntos. El tipo le envió un privado, le dijo que se desnudara lo más rápido de pudiera, que se pusiera en cuatro y se metiera el dedo, para acto seguido, pedirle que se viniera lo más rápido posible: tiempo estimado 2 minutos, ganancias: promediadas a cero si se tiene en cuenta que son 50 centavos por minuto, resultado: frustración para ser su primer día.
Los días transcurrían y una atmósfera de tedio se impregnada en el ambiente: no era sano, todos eran travestis que no encontraban qué hacer con su vida, era un lugar de desecho, era un lugar en donde la gente busca por las últimas las oportunidades al ver que el negocio no pone tantas exigencias, en otros lugares sería: una entrevista, una capacitación de 2 meses en donde gastas más en pasajes y comida para que a los mismo dos meses te despidan porque no has servido para el cargo y con el sueldo ni recuperas la inversión hecha. La curiosidad se convirtió luego en asco cuando preguntaba por sus ganancias y le decían que solo había conseguido siete dólares por las tres páginas que estaba manejando. Ya llevaba quince días y si su memoria no le fallaba eran 75 hombres a los cuales se le había mostrado por dentro y por fuera, y había saltado como un mico en esa cama llena de los fluidos de su compañero o compañeros de cuarto.
En una conversación, que escuchó sin querer, una de las travestis se refirió a Alejandro que estaba sentado en la pulcra silla.
-Era más rico antes papi, cuando ganábamos más de 500 dólares sin tener que estar haciendo tanta cosa.
-Sí mor- le responde Alejandro- la cosa se volvió muy cansona: las páginas le piden mucho al cliente, ahora quieren las cosas rápido y sólo te ponen la cámara 1 minuto si mucho para verte el chimbo, dejan el privado y van a la página del otro modelo. Ahora conseguir clientes es muy maluco.
La travesti se dio vuelta y miró al nuevo con sus ojos vacíos y perdidos que se escondían tras sus largas pestañas y kilos de maquillaje. le preguntó:
-¿Cuánto llevas aquí?
-Soy nuevo, no llevo ni 15 días - le dijo-
-Ay amor, póngale empeño y esfuércese mucho para que por lo menos, el día del pago le llegue alguna cosita.
*Imagen: goodmenproject.com
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