El hombre y su construcción desde la dictadura. Reseña del libro "En tierras bajas" de Her
- Juan David Ríos Londoño
- 11 oct 2016
- 3 Min. de lectura

Explorar al ser humano tal vez sea una de las tantas necesidades que tiene el arte para mostrarle al hombre los rasgos constitutivos de una realidad que lo circunda sin que él se de cuenta de esto. Para esto, los autores hacen uso de diversos recursos literarios -unos más complejos que otros- para poder crear ese paralelismo -nunca confundir con espejismo- del mundo real.
Como planteó Aristóteles en el asunto de la mímesis: esta debe ser una actividad creativa más no una imitación pasiva del mundo. Así podría presentar el libro "En Tierras Bajas", de la escritora rumana Herta Müller, en él, se pueden evidenciar elementos de la cotidianidad llevados a su máxima expresión, digámoslo, a su punto máximo de recreación, pues los objetos retratados por la autora toman otras significaciones dentro de un contexto cotidiano.
El libro se constituye como imprescindible si se quieren entender dos tópicos que dan respuesta a la pregunta sobre el hombre: el primero es la inocencia que se presenta en la niña -quien es la que relata la historia-, la segunda está desarrollada por el comportamiento de los habitantes del puedo quienes viven en la dictadura y es aquella niña, con esa inocencia la que logra denunciar los efectos de la dictadura Rumana.
El arte refleja un sentimiento plasmado por el artista, este sentimiento es subjetivo en tanto vivencia única, pero objetivo en tanto testimonio constituyente de una sociedad, Herta Müller no hace más que dar un abrazo frío y lleno de imágenes poéticas con su libro, basta decir que el lector transita por 15 cuadros costumbristas que reflejan el trasegar de un día a día gris e insondable de la profunda amargura y quietud.
Desde la inocencia del narrador, se puede entrever que hay una crítica ante las acciones cotidianas que cada persona de la ciudad desarrolla, sobre todo las actividades del seno familiar, ligadas a una sociedad, y estas, a su vez re direccionadas a responder a unas directrices estatales, una sensación que se hace palpable es en el relato que le da el nombre al libro; en tierras bajas, uno de los más largos y llenos de imágenes poéticas, que narra al lector, estación tras estación del año, los acontecimientos que se viven en aquél pueblo.
La vida de una pequeña que transcurre en el seno de una familia suava (colonias de alemanes regadas por Europa) y que no tiene los mismos derechos que tienen los ciudadanos -porque recordemos que la dictadura Rumana de Ceausescu tuvo tintes comunistas traídos de Rusia, y esta ideología propagaba la retención de los alemanes por ser los causantes de una guerra-.
La comunidad tiene sus propias costumbres y hasta a la muerte le ha tocado acoplarse a tan simples aconteceres (podría decir que los comunistas europeos nunca han sido felices, siempre son simples y huraños). Todo en los cuadros costumbristas parece que guardara silencio, todas aquellas imágenes son fruto del silencio, son una voz ahogada que lucha por salir y hacer contacto con el aire para poder emitir onda y sonido.
Las imágenes poéticas no son más que un susurro en bajos decibeles para las cuales se debe tener un ojo muy agudo; pues detrás de cada palabra hay un doble sentido irónico como recompensa para el que es capaz de verlo, por esto, no se puede leer el libro sin saber antes un poco de la historia de la escritora y el contexto e histórico en el que está inscripto el libro.
Al igual que los trenes de la narración, que marchan a todo vapor y desaparecen en la línea del horizonte, encontramos una voz que desaparece para luego narrar el pueblo ya grande, con otros ojos que perciben cada detalle camuflado en el vacío de la cotidianidad de los pobladores, un vacío, acompañado del miedo al oprobio, un sinsabor amargo que las personas prefieren tragar sin antes sentirlo.
A partir de las costumbres y de la cotidianidad se construye un libro que denuncia la presencia del estado como dictadura en un intento de dar respuesta por el hombre, es, en últimas, la intuición del lector la que permite dicho acercamiento, pues de otra forma, estos relatos se quedarían sólo en hermosas imágenes poéticas costumbristas.
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